12 de junio de 2020

Pandemia en Cerro Navia, columna de nuestra Directora Ejecutiva

Hace ya tres meses que estamos sufriendo una experiencia que nunca imaginamos nos tocaría vivir. Un virus se ha extendido por el mundo hasta llegar muy cerca de nosotros. Temerosos y temerosas de enfermarnos, aceptamos mantener distancia física de las demás personas, con el fin de cuidarnos, proteger a nuestras familias y a quiénes un contagio le puede costar la vida. Todas y todos estamos experimentando nuestra fragilidad y nuestra vulnerabilidad. En su versión más extrema ha supuesto una cuarentena, que nos obliga a encerrarnos en nuestra vivienda para no poner en riesgo nuestra vida y la de los demás. Esto se hace muy difícil en sectores populares, en nuestras poblaciones, en quiénes sufren la pobreza, sobre todo cuando se vive hacinado y se requiere salir diariamente a ganarse la vida para alimentarse y sobrevivir. Así se experimenta una agobiante doble inseguridad, la que ocasiona la pandemia y la que provoca la pobreza.

La falta de alimentos y la lucha por la sobrevivencia son dos fantasmas que siempre han rondado en pobreza. Hoy se hacen evidentes con mucha más fuerza en Cerro Navia y sus pobladores. La crisis social que se puso de manifiesto en octubre del año pasado, se agudiza más aun con la crisis sanitaria y se transforma en hambre con la crisis económica. Para muchos ya está presente al no poder salir a ganarse el pan con el trabajo diario; otros ya han sido despedidos, muchos ven con incertidumbre la amenaza de la cesantía. Para otros, el encierro en sus casas –algunas pequeñas, otras con familias de allegados– se vuelve insoportable por el hacinamiento. Lo que emerge, entonces, no es nuestra común vulnerabilidad, sino un conjunto de injusticias que vulneran la dignidad de muchos. Un grito que clama al cielo nos vuelve a poner frente a nuestra historia pasada como país. Se agudiza la pobreza y se hace incuestionable la desigualdad.

Frente a este llamado las respuestas son variadas. Hay algunos que, en su impotencia, sólo se lamentan y se quejan de lo que está sucediendo. Hay otros que confirman su rabia, y con más desesperanza que confianza, han encontrado en la violencia una forma de reaccionar a tanto infortunio. Hay muchos que, manteniendo el cuidado que corresponde, inventan mil maneras para ser solidarios y generosos con quienes lo están pasando más mal.

Hemos contemplado también, muchas respuestas que no dan el ancho. Propuestas que enfrentan la pandemia y sus consecuencias sociales y económicas sin considerar ni a los pobladores, ni a las organizaciones comunales, ni a las autoridades municipales. Se vuelve a desconocer la historia de la organización y la responsabilidad que éstas tienen respecto de los problemas que afectan a quiénes conviven en un territorio, lo que fomenta el individualismo y la inmovilidad y sustenta un paternalismo que acostumbra a que las soluciones provengan de agentes externos. Este es el caldo de cultivo que genera actitudes de apatía pero también, de violencia y rebeldía.

Nuestra esperanza es que cuando miremos con más perspectiva este tiempo tan difícil, podamos ver que el virus fue aislado por las conductas responsables de la mayoría de quienes habitamos este país, por la generosidad de quienes se cuidaron y cuidaron a otros y por el desempeño abnegado del personal de salud. Que podamos apreciar la infinita cantidad de pequeños y grandes gestos de amor, de cuidado, de compromiso, de compasión. Descubrir que la solidaridad comunitaria fue capaz de abrirse paso, inventando mil senderos cuando los caminos estaban cerrados, que fue posible la cercanía y el encuentro, a pesar de los obstáculos que impone la distancia.

Pensar en ese momento, nos llena de esperanza y nos da la fuerza para dar el próximo paso –pequeño o grande– que nos permita responder a la urgencia del momento y, al mismo tiempo, avanzar confiados en que debemos seguir caminando juntos para instalar aquella anhelada cultura basada en la dignidad y la justicia.

Niniza Krstulovic Matte

(*Escrito en colaboración de Mario Hormazábal F, Martín Miranda O, Eduardo Silva A. S.J.)

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