Tercer ejemplo

Nuestro inspirador, Don Enrique Alvear

Hemos ya señalado un tercer aspecto, pues es muy cercano al segundo que nos indica que los protagonistas de la Fundación, a diferencia de lo sucedido en las ollas comunes, no son las mujeres pobladoras, sino los chiquillos de esquina. El tercer aspecto tiene que ver con que los protagonistas no son los que realizan el servicio sino los que lo reciben. Pero sirve que lo reciban, si y solo si, ello les sirve para que sean ellos los que caminan y realizan una historia de vida en la que ellos, y no los ayudistas, son los actores principales. Pudiera servir para ilustrar esto la metáfora dramática de Don Enrique recogiendo cadáveres en el río Mapocho. Me sirve compararlo con el P. Hurtado yendo al mismo río Mapocho a recoger chiquillos. El Padre Hurtado los saca del río para llevarlos a un Hogar, para que tengan cama blanda, no suelo duro, sabanas limpias y no frazadas sucias. Hay algo en su gesto de recogerlos, de apañarlos, de hacer hogares. Es la solidaridad de los años 40 y de los 50. La solidaridad de los 60 y 70 fue la lucha por la liberación, por conquistar el poder, “adelante, obreros y estudiantes”, “el pueblo unido, jamas será vencido”. La dictadura fue la derrota cruenta de ese empeño, la constatación de que la fuerza histórica de los pobres no es el triunfo sobre los tanques y la metralla. Los pobres siguen siendo pobres frente a los ricos que se sienten amenazados. Frente a la barbarie, la iglesia no combatió con armas, sino que defendió a las víctimas (a los atropellados, a los detenidos, a los torturados, a los desaparecidos). El río Mapocho aparece nuevamente como signo trágico. Don Enrique recoge cadáveres del río. Lo hace. para entregarlos a sus familias, para que ellos los puedan enterrar. No se queda con ellos. Incluso los restos de quienes fueron brutalmente detenidos, torturados y asesinados, deben volver al seno de sus familias. Los restos, lo que ha quedado después de la dictadura y el neoliberalismo, los mas vulnerables, los excluidos, los jóvenes sin lugar,  deben ser cuidados por sus familias, por la población.

La Fundación es un lugar de tránsito… Nosotros hemos sido siempre ambulatorios. Nunca hemos tenido un hogar. No es una vuelta a atrás, después del paso por las luchas de liberación y de la defensa de los derechos humanos. La solidaridad con las víctimas, sean las derrotadas por la dictadura o por el neoliberalismo, se hace contando con ellas, con sus familias, con la población. Se trata de que los chiquillos egresen de nuestros programas no que se queden en ellos. Que pasen por aquí, que sigan caminando por su cuenta.  Vienen al colegio, al jardín, al trébol, al programa y se van, duermen en sus casas. O todavía mejor nosotros vamos a la esquina donde se reúnen, a la capilla donde se juntan las madres adolescente, a la casa de los adultos mayores postrados que son visitados por otros adultos mayores. Nuestra ayuda es temporal, transitoria; una colaboración que facilite la reinserción en las redes familiares, educacionales, poblaciones, vecinales que son el soporte que permite seguir caminando.