Segundo ejemplo

Nuestro inspirador, Don Enrique Alvear

Aparece un segundo aspecto o una segunda traducción una segunda diferencia-semejanza. La olla común es llevada por “las mujeres de la población”. América latina es llevada por mujeres solidarias. Pobladoras. Nuestras comunidades estaban llenas de ellas, son las que paran la olla, cuidan a los chiquillos, se preocupan por los vecinos, mueven la junta, organizaron todo… en esos años. Eran las protagonistas, las que la llevaban en nuestras CEB y sus organizaciones solidarias en los años 60, en los 70, en los 80. Pero ahora en los 90, después de la década perdida en AL, y en los 2000. ¿Quienes son las protagonistas o los protagonistas de la Fundación?: ¿nosotros, los educadores, los directores de área, la directora ejecutiva, los encargados de programas…? No. Son “los chiquillos de las esquinas”. Ese fue desde el comienzo el motivo de ser de la Fundación. Fue llamada por muchos años “casa de acogida” porque queríamos que ellos cupieran. Los jóvenes volados no cabían en nuestras capillas. Nuestras aguerridas pobladoras, nuestras catequistas, nuestras viejas de las CEB, cruzaban la vereda para no pasar al lado de los chiquillos de la esquina: algunos volados, algunos ladrones domésticos, la mayoría viviendo de noche, algunos como “el Cajon”, que era de temer. No cabían en las capillas y nuestras viejas les tenían temor. Ellos se convirtieron en nuestro objetivo. Ensayamos mil alternativas, padecimos mil fracasos: intentamos traerlos a la casa de acogida: se robaban los balones de gas y se tiraban el salmón por la cabeza; fuimos a la esquina a darles sopa en la noche. Los protagonistas de la Fundación son ellos y no nosotros. Y nos fuimos llenando de “ellos”, y de otros chiquillos tan vulnerables como ellos: los niños del jardín, compartiendo el lugar con los de la esquina, los chiquillos de la discapacidad, los duales, los infractores, las mamás adolescentes, los chiquillos del colegio y ahora… los viejitos.  Siempre hemos tenido claro que el centro no somos nosotros sino los otros (no es el “si mismo”  sino “el otro”). No los planes, no los equipos, no los educadores, sino las personas que atendemos. Que todas las exclusiones quepan en la Fundación… pero no para que se queden acá, sino para que caminen. Excluidos sí, vulnerables también, discapacitados incluso, pero sobre todo capaces, por que solo ellos pueden ser los protagonistas de su vida, de su historia, de su propio caminar. se trata de que el paso por la Fundación los ayude a caminar mejor.